Durante la última etapa del reino nazarí de Granada, Íllora se situaba en la frontera entre árabes y cristianos. Para la vigilancia de esta frontera, los nazaríes crearon una compleja red de torres, que se extendía a lo largo de la misma y también en ejes hacia la capital, con el fin de vigilar los movimientos de las tropas cristianas y transmitir rápidamente la información, bien usando fuego o bien por espejos.